El
bargueño es un mueble característico
español de los siglos XVI a XVIII. El nombre es de origen incierto,
para algunos del pueblo de
Bargas
en la provincia de
Toledo.
La denominación de bargueño aparece en Madrid en
el siglo XIX quedando constancia escrita por primera vez en 1872 en
el catálogo de objetos artísticos españoles del Museo Victoria and
Albert (Londres) que realizó Juan Facundo Riaño. Pero si
investigamos el origen de estas piezas nos encontraremos con
numerosas contradicciones y distintas denominaciones, según el
experto Casto Castellanos Ruiz, director de la Escuela de Arte y
Antigüedades. Tradicionalmente se considera que es un mueble
español, en inventarios antiguos se les ha llamado escritorios,
papeleras, contadores, arquillas, etc. En todos los casos siempre se
refieren a muebles donde se guardan escrituras y documentos. Riaño
atribuye su fabricación al pueblo toledano de Bargas. No obstante,
Castellanos apunta que en la época a la que se refiere, a finales
del siglo XV o principio del XVI, no había ningún taller de
carpintería, ni siquiera había indicios de industria maderera en la
zona. Otra hipótesis también centra la localización de su origen
en la misma zona gracias a las manos artesanales de un ebanista
toledano apellidado Vargas y de ahí que aparezca la palabra bargueño
con b o con v indistintamente.
Hay dos teorías sobre el origen del bargueño según
Castellanos; una que es de origen chino. Así, por ejemplo, en el
Victoria and Albert se conserva un mueble lacado del siglo XV con
toda la estructura perfectamente definida. Esta pieza pudo haber
llegado a Europa a través de Venecia y de allí al Levante español.
Curiosamente es en Cataluña donde se encuentran algunos de los
bargueños más antiguos. En el siglo XVII la compañía de Indias
ya importaban bargueños lacados japoneses y chinos. Estos lacados
fueron imitados por los artesanos europeos hacia finales de siglo. La
otra teoría sobre el origen del bargueño nos lleva nuevamente a
Cataluña y se basa en la trasformación de las arcas de novias
catalanas. No obstante, en el ámbito cultural hispano-musulmán
también debió de ser un mueble muy usado y se conservan algunos de
época muy temprana. Las arquillas mudéjares de taracea llevaban una
tapa superior y una serie de cajoncillos adosados a las paredes que
después se trasladaron al frente incorporando una tapa con llave.
Los más típicos y populares
El bargueño más típico es el salmantino, llevan
la caja de nogal con tapa abatible y herrajes de chapa de hierro
recortada, a veces dorada, suelen llevar también como pequeños
leones esquematizados. Una vez abiertos muestran su frente dorado con
incrustaciones de hueso embutido (en España no se suele utilizar
marfil), parecen pequeños retablos.
Los catalano-aragoneses del XVI tienen una
decoración de taracea de hueso de vaca y madera de boj sobre nogal
de tipo plateresco a veces manierista. Estos muebles son muy
apreciados y salen muy pocos al mercado, cuando aparecen son objeto
de atención por parte de museos y coleccionistas muy expertos.
Otro tipo de muebles muy fáciles de reconocer son
los granadinos, identificados por la técnica de taracea de
influencia hispano-musulmana. Hay un ejemplar de éstos en el museo
Arqueológico y poco más. Muchos bargueños conservan la decoración
de taracea de hueso sobre nogal de influencia mudéjar con
pequeñísimas piezas, algunos de los muebles de mayor tamaño
representan escenas religiosas o cortesanas. El bargueño castellano
del siglo XVI, donde se puede incluir el bargueño toledano, suele
ser de nogal con decoración de tipo plateresco o manierista. En el
siglo XVII se mezclan los dos estilos mudéjar y plateresco.
Predomina la talla con motivos vegetales, angelitos o niños con
cartelas en los cajones y en las puertas aparecen bustos o escudos.
Los primeros chapeados
A finales del XVI llega a España una gran variedad
de maderas procedentes de las Indias lo que hace que no sólo se
utilice el nogal tallado o la taracea de hueso sobre nogal, sino que
se trabaja el chapeado de ébano, caoba y peral que se contorneaban
con filetes de marfil, carey u otra madera distinta. Los bargueños
chapeados suelen ir sin tapa, con los cajones a la vista, se utiliza
mucho el embutido de hueso y carey, según Javier Sicilia,
restaurador ebanista. En estos muebles se combinan las influencias
flamencas, alemanas y napolitanas. Si hay que añadir alguna pieza de
madera nunca será la misma pero sí de la misma especie de árbol.
Si es una madera exótica muy rara y no podemos encontrarla, en ese
caso buscamos otra lo más parecida. En cualquier caso una de las
claves para la restauración es que coincida la veta, esto es lo más
complicado ya que habrá que desechar muchas maderas hasta encontrar
la pieza adecuada. Otro apartado importante es el estudio del color
del mueble a la hora de teñir la nueva pieza. En el caso de los
dorados nos podemos encontrar que se les ha aplicado un baño de
purpurina sobre el oro, generalmente se les dio este baño porque el
oro estaba muy gastado por lo que el restaurador deberá hablar con
el cliente e indicarle que puede encontrarse con este problema. Hoy
en día a la gente le gusta ver el oro viejo, que se vea el estuco o
el bol rojo o verde.
Alrededor a 1600 se pone de moda un tipo de bargueño
muy austero decorado con molduras o tallas de tipo geométrico. A lo
largo del XVII el modelo más popular fue el salmantino. En siglo
XVIII se extiende por toda la geografía española el gusto por los
bargueños italianos y de influencia flamenca. Los ensambladores y
ebanistas catalanes realizan magníficos trabajos de embutidos sobre
macizo y chapeados.
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Y así, por fín ha quedado mi bargueño:
Al instante miro y veo al instante
la belleza de tu cuerpo sobre el cristal,
traspasando el umbral de mi conciencia.
Pérgola asentada como parral de uvas
reluciendo al sol de la madrugada
dejando aromas dulces.
Secreter bargueño de pino encerado
que defendieron de mis manos los dedos
en el rayar del esmalte ataviado.
Verso ahondado con serrucho y lima
suspendido en la ceguera de las formas
con deseo de placer en pálpito puro.
Hoy ya puedo, contemplar la imagen
de tus columnas y senos, como una historia
de amor insólito.
© Luis Vargas