Hoy
es miércoles para todo el día
y
mañana puede ser jueves o domingo
y
tal vez llueva y haya tormenta
y se
mojarán las calles
o
quizá haya sol
y
podamos ver el cielo azul
y
piar contentos los pájaros.
A lo
mejor subimos
por
la ruta prohibida
y
demos un paseo entre la espesura
de
la gente que va y viene
por
las calles de la ciudad.
Da
igual el día que sea
y lo
que hacemos
pues
los días se parecen
o
hace sol o llueve
o te
das un paseo
o te
quedas en casa
viendo
la televisión.
Qué
ilusión.
Se
cruzan algunas miradas
y
alguien saluda.
Los
periódicos hablan de política
y
algunos políticos se reúnen
a
ver cómo pueden joder al personal.
Después
vendrá la noche
y
escribiré una carta o un poema
o
tal vez, no, quizá me vaya a beber cerveza
a
los bares del barrio donde hay gente
y si
me queda un dinero en el bolsillo
a lo
mejor pido unos calamares fritos.
Y
así andamos vigilando el tiempo
a
ver si mañana, jueves,
ocurre
algo interesante que vivir,
pues
como digo
todos
los días son iguales:
pasan
los días de la semana
como
si fueran postes de luz
vistos
desde la ventanilla del tren.
El
ayer no vuelve. Y mañana
será
otro día
otro,
de esos, en los que sin saber cómo, ni por qué
te
encuentras con aquel amor de tiempos pasados
y te
da un beso y un abrazo
o a
lo peor, te mueres de repente
como
cuando una paloma se posa en tu hombro
y no
sabes cómo quitártela de encima
y te
quedas paralizado.
Así
es la vida:
como
un congreso aburrido
donde
alguien explica y habla
y
los demás, en duermevela,
esperan
que acabe el ponente
para
marcharse a casa.
© Luis Vargas Alejo