sábado, 2 de junio de 2012


Abadía de El Paular_acrílico de Luis Vargas 72 x 60

del libro: Las cosas de Siul

LOS CONVENTOS Y MONASTERIOS

Decir amigo, decir sosiego, alma henchida, bastiones supremos, paz, armonioso silencio y bienestar trascendente, era para Siul, hablar de conventos.
Decía Siul que los conventos son el lugar de descanso en la tierra de la fatiga divina. El remanso o abrevadero de donde se nutren los espíritus humanos para renovarse, encontrarse a sí mismo y oír con voz clara su espíritu.
Siul pasó muchos fines de semanas y días de vacaciones en conventos y me habló de ellos con gran entusiasmo e idealismo, explicándome por qué se le producía aquella benignidad en una  estancia conventual o monacal, y como desarrolló aquella afición o tendencia, entre lúdica y mística, que había desarrollado en su juventud.
Me decía así:  “La Iglesia, el Coro y el Claustro, son los elementos más fortificantes de un monasterio. La Iglesia suele estar a oscuras, llena de sombras entre rayos oblicuos de luz que atraviesan vidrieras altas, llena de velas encendidas al pie de altares o imágenes de santos: iconos de la verdad escondida. Este ambiente tiene un misterio esotérico y me  producía un placer especial, dándome la sensación de que allí se encontraba mi alma desde antes de los tiempos y que allí la reconocería y la rescataría para sí, eternamente.
Era como volver  a la alta Edad Media y encontrarme allí con el Santo Grial perdido o escondido por el Languedoc, posiblemente en Rennes-le-Château entre cátaros, albigenses, templarios, sionistas e incluso con el mismísimo José de Arimatea o San Benito de Nursia y todas las sociedades secretas que el cristianismo fue desarrollando en aquella época.
Solo el Sagrario está bien iluminado. Y con razón, pues allí se encuentra "El Monumento" donde debe estar presente siempre el cuerpo y la sangre de Jesús que, para los cristianos, es la razón de la fe, la esperanza, el amor y la resurrección, razón copiada de antiguas tradiciones egipcias sobre el dios Osiris, dios del trigo, cuya reencarnación era el faraón, que moría cada año y permitía a los egipcios alimentarse con su cuerpo, ofrecido en forma de pan, y daba a la diosa Isis una copa con su sangre para ser recordado, después resucitaba y ascendía a los cielos (Ver LLogari Pujol –Un Faraón llamado Jesús y Pedro Gálvez –Hypatia)
En ese Altar, en esa capilla Sixtina, en ese cofre con llave, siempre repujado de pan de oro, misterioso como el Arca de la Alianza, se realiza el acto litúrgico de mayor categoría en la religión cristiano-católica o Sacramento de la Consagración, que lleva implícito un acto cruento, antropomórfico y virtual por excelencia, cuyo acto le distingue de todas las demás religiones del mundo. Sólo se da en la religión Católica al ingerirse el cuerpo y la sangre de Cristo por los creyentes, tras la conversión del pan y el vino consagrado después de los rituales litúrgicos oportunos, a imitación de la ultima cena de Cristo con sus apóstoles, pronunciando aquellas palabras mágicas: "tomad y comed porque este es mi cuerpo y mi sangre", convirtiéndose así en una sola carne y en una sola sangre toda la comunidad cristiana.
Y desde cualquier rincón de un monasterio o un convento, los ecos de las oraciones milenarias musitan vidas eternas y clarividencias de santos, eremitas y místicos que vivieron y viven, - por  ventura hoy muy pocos -  en los conventos.
Algo se le pega a uno de este ambiente misterioso después de dos o tres horas sentado en un banco reclinatorio de estas Iglesias, reflexionando o contemplando, dejando que el ambiente entre por los sentidos sin más preocupación.
Así, como olor de adormidera, el propio espíritu se remansa y el tiempo y el espacio ya no cuentan. Se desvanecen como en una catarsis en un tris-tras. Es un instante atemporal y magnánimo, donde desaparecen las energías negativas y donde se reaviva el espíritu y se eleva pacíficamente a paraísos perdidos dentro de sí. Se produce en la conciencia un reconocimiento interior, casi involuntario,  todos los actos personales, errores y virtudes de nuestro ser, que nos llevan a sentir la necesidad de cambiar o de corregir nuestras conductas desviadas del amor humano.
Es como una contemplación de la irrealidad real, de lo que existe fuera y dentro de nosotros y de la necesidad de encontrar un  mensaje divino y un sentido del mismo. El monasterio es un lugar especialmente diseñado para el individualismo vertical y horizontal, el que se eleva y el que se tiende, un lugar diseñado para los ritos mesiánicos inventados por el hombre bajo la idea de dios.
El Coro desnudo, suele ser una obra de talla en madera que, en sí misma, implica un gran trabajo artesanal y artístico de una o varias personas que, por su calidad humana y sentido mágico de lo divino, pudieron realizar tal obra. La sillería de los coros, suele estar desgastada,  pues cantidad de monjes se sentaron durante siglos a rezar y elevar sus preces al eterno indescifrable, y en él se puede oír un murmullo lejano, un eco, que se puede escuchar con un poco de imaginación, en los cantos gregorianos y barrocos que envolvían tales preces y oraciones.
Cuando el coro está vestido, saturado de los hábitos que envuelven a los monjes, encapuchados y recogidos en sí, la ilusión de estos ecos desaparece para reconocer la realidad cantada en vivo y en directo de forma que, despertándote soñando,  pasas de tu  siglo a siglos anteriores, y revives la paz y el placer de ser un elemento más de la música melódica, que te va llevando el ánimo hacia el nirvana, pasando de un estadio físico a otro más espiritual e indescriptible.
La emoción se alza en cada plegaria y el paraíso se hace realidad. Los haces de luz entre vidrieras, ya no son simplemente luz, sino rayos divinos de alegría y esperanza que embalsaman cuerpos y almas. Es como una presencia azul de mar y luz.
El Claustro, es la ventana con el exterior del convento. Desde sus arcadas y pasillos se contempla el patio. Desde el patio,  entre setos y jardines, alrededor de un pozo, quizás, pasean los monjes para tocar el aire y mojarse de cielo.
El patio es la puerta por donde el hombre monacal reviste al convento de cosas de la tierra, pero que traspasa muy pocas veces. No le hace falta, solo una mirada es suficiente.
Los monjes lo bordean esquivos por los pasillos clausurales, rozando las paredes del corredor, cabeza baja y manos ocultas en las bocamangas, buscando su celda o el refectorio. Podría ser el tiento que incita el paso de una vida a otra, de la temporal a la infinita imaginada
En el Convento no se provoca la oración. Es oración en sí mismo. Las piedras milenarias huelen a siglos de rezos. Desde sus muros, botan y rebotan, de piedra en piedra, evocando constantemente la Presencia, -sólo mostrada bajo catarsis- las miles de palabras de petición y gracias al Supremo incógnito, que aún están ahí para que él no deje de oírlas, como una letanía, como un tantra,  y ayude constantemente a la humanidad a salvarse de no se sabe qué. El humilde humano, no tiene que hacer grandes esfuerzos, para escuchar plegarias y cantares, súplicas y rezos: sólo tiene que predisponerse a la hipnosis humilde para saber escuchar en las piedras. La celda conventual o monástica donde mora el monje, es el lugar de descanso y recogimiento. Es el estudio, el rezo en solitario, los propósitos, la paciencia, la esperanza y la dignidad e intimidad espiritual.
Ni que decir tiene que los conventos no se edificaron para albergar grandes masas de gente. Que la gente no acude con clara vocación a los conventos y, por tanto, no se queda en ellos para siempre y masivamente. Hoy, la religión se entiende de otra manera y yo diría que casi la religión no existe, socialmente hablando, sino que es un argumento político-moral, para que algunos crean en lo increíble y se dejen aborregar. 
En la Edad Media, todo era diferente: La vida conventual o monástica era una salida para poder comer y vivir en paz.
Poder entrar y ser admitido en un convento era una salvación material en sí misma y las vocaciones eran muchas. Casi siempre a la fuerza. Aldeanos y labriegos buscaban en los conventos el “modus vivendi” a cambio de su trabajo en la huerta. Dedicaban su vida al convento como hoy se dedican a la fábrica, pero con la diferencia de que así salvaban su alma y alcanzaban una perfección, que si bien no entendían, al menos, les proporcionaba paz y creían hacer un bien al mundo con sus plegarias diarias, dándole aliento a la sociedad. Otros, eran los verdaderos vocacionales que, además de monjes, estudiaban teología y se consagraban.
Desde el siglo IV, inspirándose en la forma de vida oriental y en los ascetas de los desiertos de Egipto, como lo fueron San Antonio en el año 356 o San Basilio en el 379, decidieron en la Alta Edad Media, -posiblemente por necesidades imperiosas de la población- la repoblación humana y social en toda Europa. La hambruna de los más humildes y la poca organización ciudadana aconsejaba buscar una forma de vida en común en pequeñas sociedades, a imitación de budistas y ascetas orientales, pero guiados, en el caso de occidente, por un espíritu evangélico y cristiano como base de ayuda personal y comunitaria.
Así se empezaron a crear pequeñas comunidades donde se organizaba la vida y la convivencia de forma que todos vivieran en paz y con las necesidades mínimas cubiertas que se lograrían con el esfuerzo común. Al mismo tiempo, se daría gracias a Dios por medio de la oración y la contemplación, conservarían la cultura y la transmitirían y se crearían centros de trabajo para el pueblo que se iría aglutinando alrededor de dicha comunidad de religiosos. Esto fue posible a través de personajes carismáticos como San Jerónimo que convenció a la alta sociedad y nobleza de la Edad media para que facilitaran medios para construir monasterios. Los monasterios serían como pequeñas ciudades amuralladas que albergaría a todo aquel que deseara vivir ascéticamente.
Los grandes magnates y reyes, vieron en aquella iniciativa una solución a los problemas de la pobreza del pueblo, una fuente de riqueza por el trabajo organizado del campo y la ganadería y una forma de vida idónea para conservar la paz aglutinando gente en zonas inhóspitas y despobladas de toda Europa.”
- Siul opinaba que era la primera manifestación en Occidente de lo que conocemos hoy por Empresa industrial, artesana o agraria. Y que de esa forma de vida surgió posteriormente la organización social del Renacimiento y las grandes revoluciones industriales de la vida moderna, los gremios, las profesiones y los estatutos reguladores de la convivencia en organizaciones humanas, que hicieron cambiar a la sociedad, llevándola hacia el Renacimiento humano, que no divino. El  espíritu que regía la organización era por interés religioso, para el bien común de reyes, nobles, abades, papas y jerarcas en general. En la modernidad, no existen los monasterios como forma de vida, pero si las multinacionales que se les parece en su finalidad social: hacer creer al pueblo llano que todo cuanto se consigue en ésta vida es gracias al “empresario” que les dará la salvación y el estado de bienestar en la tierra.
“Las formas más primitivas que se conocen de vida monástica se crearon en Roma hacia el 381 de forma doméstica, en casas particulares. Ya en el siglo V se fue creando un movimiento organizado apoyado por la Iglesia que, como ya he dicho, copiando la forma de vida oriental, fue creando monacatos regidos por una “regla” o normativa de vida que elaboraron prestigiosos eclesiásticos. Se les dotó de un plan espiritual y material a las gentes sin hogar que deseaban vivir en comunidad para dejar de pasar calamidades y, con el pretexto de servir a Dios como medio de salvación de vida, salvaban la sociedad medieval del desastre y la ruina.
Las órdenes monásticas en Oriente durante los siglos III al V tenían una forma de vida especial llamada eremitismo o anacoretismo, cuya vida religiosa era en solitario, (el nombre de monasterio viene del griego “monos” que se traduce por “solos”) agrupados en  parcelas más o menos amplias de casas o cuevas diseminadas y distantes para no molestarse unos anacoretas de otros en sus rezos, silencio y meditaciones. Su vida era extremadamente austera y sus ropas y alimentación muy escasas. Se juntaban solo de vez en cuando, para rezar o para intercambiar consejos.
Las órdenes monásticas de Occidente ya en los siglos IX al XIV se hacen en comunidad generalmente y se les llama vida cenobita o Cenobio. San Benito de Nursia fue el precursor de estas órdenes monásticas creando una primera regla en su primera fundación en el año 529 en la Abadía de Montecassino. Su  regla y orden se llamó benedictina y en ella se contenían consejos, que no órdenes, para la vida monástica y comunitaria.
De San Benito solo se conoce su vida por los diálogos de San Gregorio Magno y su éxito no es del todo riguroso según los expertos en estos estudios. Se ha llegado a creer que no existió este San Benito y que su popular regla la compuso un grupo de inteligentes reformadores sociales buscando la mejor forma de organización social en aquella época de miseria, pobreza humana, pobreza cultural y de todo tipo. De forma que, juntando a la gente y organizándoles, liderándoles por gente experta y estructurando el trabajo, se llegara a una explotación agrícola y ganadera suficiente para la alimentación de los pueblos dispersos. Así, se fue  aglutinado a las gentes alrededor de los monasterios, creando ciudades enteras, a cuya base, estaban los monjes que vivían dentro del monasterio y se acogían a la regla de vida cuyo germen religioso haría fructificar esa forma de sociedad.
Los monasterios eran verdaderos centros de trabajo o fábricas de todo tipo de industria, comercio, enseñanza y estudio, motivado por la religiosidad que incentivaba el orden, la generosidad y la justicia. De San Benito se dice que vivió siempre en el desierto, era un anacoreta, buscó la soledad y la contemplación para pensar solo en Dios y consagrarse a Él por el sacrificio y la austeridad total de vida. A este tipo de vida se le llamó vida ermitaña y eremita y su regla y consejos la escribió sobre la base de la vida que él llevaba. Es decir, era una vida dura y rigurosamente ascética y de trabajo en las labores del campo. De otra manera, no se habría podido dominar a los grandes grupos o comunidades monásticas. A cambio de seguridad, comida y trabajo, se les exigía esfuerzo físico o intelectual y entrega a los demás por la mística de la fe y los evangelios.
De esta forma, los grandes terratenientes, nobles, reyes y poderosos, podían vivir de los tributos, hacer la guerra para conquistar más tierras y vivir de forma escandalosamente  bien en sus castillos y palacios, sin el pueblo que les molestara, ya que los clérigos monacales se encargaban de organizarlos, protegerlos y hacerlos trabajar.
A la vez que se creaba el monasterio de Montecassino, San Isidoro de Sevilla hacia lo mismo en San Millán de Souso en la Rioja y en San Fructuoso en el Bierzo del reino de  León.
La abadía, cuyo nombre deriva del latín “ábbas”, designaba a una comunidad religiosa en cuanto a personalidad jurídica autónoma que estaba regida por un “abad” o jefe de la comunidad. También se aplicaba el nombre de abadía al complejo de edificios de una comunidad.
El monasterio es sinónimo de abadía con la diferencia de que éste es de mayor extensión y de corte más moderno que, normalmente, pertenecía a una orden regida por un “prior” en conexión con otros priores de la misma orden situados en monasterios de distintos lugares pertenecientes que, a modo de “sucursales”, formaban el conjunto de la Orden.
El convento, palabra derivada del latín “conventus” se refiere a las habitaciones de los frailes y monjes (o monjas) pertenecientes a una orden mendicante, pero no a una orden monástica cuya diferencia mayor era que el convento estaba enclavado en medio de una ciudad para ayudar directamente a la gente y el monasterio era una ciudad en sí misma.    
La diferencia entre una orden monacal y otra mendicante es que, aunque las dos surgen de un mismo ideal de reforma, en  las primeras se vivía del trabajo comunitario de tipo agrario y ganadero, las segundas, llevan al extremo los preceptos evangélicos y deciden vivir en total pobreza, por lo que los frailes de esa orden vivían de la limosna y de ciertos trabajos menores o de tipo artesanal y se llamaban ordenes de frailes menores. Su característica fundamental era por la norma básica de la pobreza colectiva e individual, no pudiendo tener propiedades de ningún tipo, y saliendo a mendigar en lugares públicos. Estaban dedicados al rezo y a la meditación y hacer apostolado o proselitismo religioso, imitando a Cristo en lo pastoral, incitando al pueblo a la penitencia y a la confesión. Visitaban enfermos, asistían los moribundos y custodiaban las sepulturas de los devotos. Así se fundó la orden franciscana, creada por San Francisco de Asís que fue aprobada de palabra por el Papa Inocencio III en 1210 y oficialmente por el Papa Honorio III en 1223. A la vez, surgió la orden de predicadores contra los albigenses creada por Domingo de Guzmán, aprobada por el Papa Honorio III en 1216 y a los que llamaron dominicos, siendo frailes de conducta irreprochable y culturalmente muy preparados. Más tarde nació la orden, también mendicante, de los Eremitas de San Agustín, llamados agustinos y muchas otras como la de Los Carmelitas.
Estas órdenes con el tiempo fueron tan proliferas que se formó una división dentro de ellas llegando a la conclusión que lo que estaba pensado para grupos de gente muy reducidas, al crecer en número, el proceso de mendicación no les permitía vivir y se dedicaron a formar bibliotecas y grandes conventos que les llevó a la disgregación ideológica por parte de los rigoristas de la orden que no admitían la propiedad indirecta propiciada por el Papado y por este cisma fueron condenados por el Papa Juan XXII en 1316.
También se crearon órdenes de caballeros guerreros para combatir a los destructores de Jerusalén y preservar a los peregrinos a Tierra Santa de los ataques de infieles. Así se creó la orden Templaria o caballeros del Temple, llamados así por ubicarse en el Templo de Salomón y que fueron aprobados por la Iglesia en el Concilio de Troyes en 1129, combinando el ascetismo monacal con las armas.
Sus monjes se llamaban freires y estaban regidos por un gran maestre. Fue creada por Hugo de Payens como consecuencia de la primera Cruzada, y fueron destruidos por el Rey Felipe IV el Hermoso, que deseaba acaparar los grandes tesoros acumulados en los monasterios templarios y todas sus posesiones para enriquecer a la Corona, aliándose con el Papa Clemente V que acusó a los templarios de anatemas, firmando la supresión de la orden por la bula "Vox en Excelso" dada por el Papa Clemente V en 1312, siendo gran maestre de la orden Jacobo de Molay.
Otras ordenes como los de La Cruz de Calatrava, etc. Tenían las mismas características que el Temple.   
En el año 568 con la invasión del pueblo germano llamados longobardos que destruyeron la italia bizantina, con tal destrucción el Monasterio de Montecassino en el 577. Cuando los longobardos se convirtieron al cristianismo en el siglo VII se volvió al monaquismo como forma de vida. Los longobardos crearon una red de monasterios como la Abadía de Forfa, el Monasterio de Bobbio, San Vicente de Volturno, etc. Y con esta red aumentaron sus riquezas y las conservaron. No solo eran fortalezas admirables sino que además establecían la estructura de encuadramiento religioso de la población rural.
Tras los longobardos, los francos, con la dinastía Carolingia no produjeron cambios opuestos a este sistema, sino que lo favorecieron, extendiéndolo a más monasterios, distribuyendo el reino en nueve fundaciones, dotadas de grandes donaciones y transformándolos en centros culturales de gran importancia. Así se creó San Pedro de Rada, San Cugat del Vallés y Santa María de Ripoll entre los siglos VII y X en España.
Los musulmanes diezmaron los monasterios y la forma de vida monacal parecía desaparecer en el siglo XI, las órdenes se relajaron y hubo que reformarlas. Entre los siglos XI y XII las fundaciones proliferaron nuevamente y los monjes cambiaron el mundo social ayudando a la reforma de la iglesia iniciada por el papado.
Los primeros en reformarse fueron los monjes de Cluny que quisieron volver a la regla benedictina, pero había disparidad de versiones; unos daban más importancia a la contemplación solitaria y otros a la oración en común, otros los trabajos agrarios, otros el estudio y la copia amanuense de libros, surgiendo así el Cister de Bernardo de Claravall que abarcaba en sus monasterios todas las tendencias.
En general en la Edad media, para alcanzar el Reino de dios -que era el motor que movía a cientos de personas a hacerse frailes o legos a cuya base estaba la espiritualidad y fe cristiana- el monje era el más alto grado de la escala de perfección. Vivian en comunidad, de acuerdo a una regla que les daba el nombre de regulares. La regla de San Benito daba orientaciones y de ella derivaron usos y costumbres. El monje tenía la obligación de conocer su regla perfectamente y su aprendizaje era el noviciado.
Se asistía a capítulo diario donde se leía por el superior fragmentos de las leyes o reglas de convivencia y normas de vida comunitaria.
La organización monástica era de tipo piramidal y se componía: de un Abad o prior que repartía el trabajo diariamente, ocupándose de los estatutos, ventas, huéspedes, cuestiones jurídicas y administrativas; los maestros y oficiales que enseñaban o vigilaban a los trabajadores; los monjes que se ocupaban de los rezos y la liturgia, la biblioteca, y de otras pequeñas tareas comunitarias; los novicios o aprendices de monjes; los legos o laicos especializados en tareas concretas; y los criados o trabajadores. Los legos vivían en alquerías o granjas en las afueras del monasterio.
El convento se componía de las siguientes dependencias: La Iglesia;  el claustro con jardín donde los monjes meditaban y encontraban esparcimiento; la hospedería u hostal de acogida  de peregrinos, donde se encontraba la cantina y la despensa; la cocina en el lado oeste y el guardarropa; el refectorio o comedor comunitario; la sala capitular; encima de la sala capitular se encontraban las habitaciones o dormitorio común de los monjes; Los servicios de higiene, baños, letrinas y lavandería, el "escriptorio" para copiar libros, y la biblioteca; y, por último, el granero y el palomar. Era una unidad socioeconómica autosuficiente, dedicada, además de la ganadería y la agricultura, a todos los oficios. De la regla de San Benito se adaptaron otras varias y se fueron constituyendo varias organizaciones monásticas donde cabe destacar:
Claustro de Vallbuena_óleo de Luis Vargas 80 x 70
Los Camaldulenses que se crearon en el siglo XI por Romualdo de Rávena, distanciándose de la regla de San Benito en dos puntos: retornaron a la vida eremita y asumieron mayor austeridad, limitándose comunitariamente al coro, capítulo y refectorio. Hoy esta orden está extinguida.
Los Cartujos que se crea por San Bruno en Colonia en 1084, quienes llevan la regla de San Benito al extremo. Eran elitistas e individualistas, ascetas puros contemplativos en comunidad, pero aislados unos de otros en recintos llamados desiertos, donde guardaban abstinencia y silencio perpetuo. En 1194 se instalaron en España concediéndoles el Rey Alfonso II de Aragón un lugar en Montsant en Tarragona.
Los Cistercienses fundados por San Roberto en 1098 en Citeaux  (Borgoña) para restablecer la austeridad de la vida monástica. Se expandió en el siglo XII por toda Europa y Fernando III el Santo les concedió toda clase de prebendas para vivir en monasterios. Su modelo preveía la abadía madre e hija, unidas por vínculos de caridad y participación en el capítulo.
Los Cluniacenses provienen de los propios benedictinos establecidos en Cluny en el año 910 habiéndoles donado los terrenos Guillermo de Aquitania, donde crearon una abadía dependiente de papado. Suprimieron el trabajo manual a favor del oficio divino y desarrollo del espíritu. En España entran en el año 965 por Cataluña y en el siglo XI Sancho el Mayor de Navarra los establece en sus territorios haciéndoles prodigar por todo su territorio. Se creó la figura del “camerarius” o lugarteniente del Abad de Cluny para España que residía en Nájera y Carrión de los Condes.
Los Trapenses es una orden que intenta volver a la austeridad cisterciense y lo crea el Abad del monasterio de Nuestra Señora de la Trapa en Soligny, llamado A.J. de Bonthillier de Rancé, instaurando una observancia severa, donde se daba mucha importancia al trabajo manual, el silencio y la austeridad. En España se instalaron en Tarragona y Zaragoza. Se reunían a capítulo general todos los superiores de la orden para el gobierno de la misma.
Los Vallambrosanos fueron fundados por San Juan Gualberto en 1039 en la abadía italiana de Vallambrosa. En la actualidad está casi extinguida, ya que propugnaban la reforma del clero por la “unión de la caridad fraterna”, que no interesaba al resto de la comunidad eclesial ni al papado.
El monje auténtico solía morir en el convento y no salía de él desde que profesaba como novicio. Realmente, no le hacía falta. El acomodo al silencio, a la oración, el “ora et labora” les lleva a ser felices y no necesitan viajar ni trasladarse. Están bien donde están. Su vida se transfigura en una locura de amor, en la contemplación divina o de lo divino, donde lo que importa es la sensación recibida de que, alguien Superior, les escucha con mucha atención. Y, en ese recíproco pedir y dar, el tiempo se les atemporiza y los días y los años no se sienten. Se reemplaza la inquietud por la costumbre y todo pasa con calma hasta la muerte, como si fuese un solo instante cuya experiencia no tiene historia.
El monje es una persona serena, sin ambiciones, lleno de los placeres del espíritu y de la sublimación del calvario, a base de las notas monótonas y altibajas del canto Gregoriano. Canto misterioso o místico, que eleva preces a Dios como idioma o vehículo de entendimiento entre el hombre y Él. El Gregoriano es un canto sublime, energético, dulce, íntimo, relajante y melódico que atempera el alma.
El regocijo del monje es la oración y el trabajo callado y, su alegría, o su tristeza, es producto de la comunión entre Dios y los hombres que hablan en la lengua especial del Gregoriano.
Suelen ser los monjes de aspecto tranquilo, coloradotes y sanos, debido, sin duda, a la salud interior, a la falta de estrés o angustia vital y conflicto interno. La Regla conventual y los Votos les preservan de toda turbación o preocupación por el mañana. Saben en cada momento lo que tiene que hacer y no tienen dudas. Y, cuando les surge duda alguna, la obediencia, la castidad y la pobreza, hace despejársela rápidamente. Su esperanza en Dios, al que han entregado su vida temporal anticipadamente a la muerte, les hace conseguir, precisamente, una muerte en paz. La idea de una vida posterior, eterna y viva, les hace ser felices, sintiendo tan profundamente el palpitar de la vida que, aunque el resto del mundo no pueda comprender, ni viva por igual, sino todo lo contrario, resulta que viven más intensamente que los demás.
- Siul Gasvar, decía también que la unidad monacal era una escena emulante al pórtico de la gloria. Posiblemente exageraba. Su ansia de paz verdadera, le obligaba a opinar así, sublimando algo terrenal para compararlo con la vida  idílica de la divinidad.
Ciertamente no toda la vida monacal es perfecta, ni todos los monjes y abades de la historia han sido ni felices, ni perfectos. También han tenido ambiciones y groseras manifestaciones contra la Regla y los Votos. Muchos han engañado a Dios en la contemplación del Misterio. En realidad, aceptaban el engaño, engañando.
Supongo, me decía Siul, que Dios, si existe, ha hecho como que le engañaban porque a dios se le atribuye que dio libertad al hombre cuando lo creó, como se le atribuyen otras cualidades, dado que nadie lo conoció ni lo conoce y sirve así de ejemplo ético para la convivencia en armonía y humildad, de modo, que los más allegados a él puedan tener más privilegios. Deja la posibilidad de rectificación de ese monje o abad y, si no ha rectificado, habrá sentido el dolor del que huye del bien, ahorcándose en sí mismo, como un judas haciéndose justicia humana a sí mismo, cuando no, intervenía la Inquisición o justicia eclesial dictatorial. Lo que sí es cierto, es que este tipo de vida, basado en el desarrollo del espíritu, para el monje era perfecto y, para los demás de la época medieval, también, porque resolvía, como ya he apuntado, todos los problemas del pueblo y les organizaba en pequeñas ciudades o pueblos de modo que todos vivían y comían gracias al trabajo e industrialización especializada de los monasterios.
Era una forma de vida donde no cabía el disgregamiento y su organización en pequeñas comunidades era perfecta desde el punto de vista económico y social de la época que, sin duda, beneficiaba a los reyes y terratenientes, nobles y grandes señoríos, pero le daba al pueblo lo que no le querían ni podían  dar estas minorías situadas.
El experimento social fue enormemente provechoso para la época. Después, se ha tratado de imitar con otro tipo de experimento comunitario en las llamadas “comunidades de base” del cristianismo actual. También en las comunas de los hippie o de los grandes experimentos científicos como el Walden Dos de Skiner, sin el éxito de los monasterios. Porque ellos partían de una verdad absoluta: la salvación de las almas, mientras que los demás parten solamente de  la salvación del cuerpo, olvidando el regocijo espiritual, la alabanza en el ideal Superior y la vida eterna. Este fue el secreto del éxito de la vida monacal.
Pero la Orden que a Siul le atraía más por su historia y sus características, fue la Orden del Temple. Los Caballeros de Dios o los monjes-soldados y cómo fueron exterminados, desaparecidos o aniquilados por el poder papal y poder regente en Francia.
Siul había leído sobre este tema y me contaba cosas muy peculiares y sorprendentes para un profano como yo en la materia: Los Templarios se constituyeron como consecuencia de la primera Cruzada cuyo objetivo principal, además de derrotar a turcos, sirios y palestinos, era la conquista de Jerusalem en 1099. pero aquello no dio la paz esperada y la población autóctona combatió en forma de guerrillas, asaltando a peregrinos, ricos terratenientes y a quien pudieran combatir. Para paliar estos problemas un tal Hugo de  Payens procedente de la Champagne junto a un grupo de caballeros se constituyeron en una cofradía para ayudar a las gentes que deseaban visitar los santos lugares. Se acogieron en un primer momento en las instalaciones  anexas a los canónigos de la iglesia del Santo Sepulcro en 1120.
El patriarca de Jerusalén y el Rey Balduino II vieron que aquella cofradía podría beneficiarles mucho y les concedió la residencia del Templo de Salomón, por cuyo motivo se les conoció como Caballeros del Temple o Templarios.
Como orden religiosa fue aprobada en 1129 en el concilio de Troyes, y así se ofrecía a la cristiandad la posibilidad de una orden diferente que defendiera el ascetismo monacal con las armas.
Pronto esta orden (que duró doscientos años en activo – siglos XII y XIII) fue beneficiada por la aristocracia medieval, por el clero, por la nobleza y reyes, de forma que, muy pronto obtuvieron donaciones importantes de tierras, bienes, derechos y personal a su servicio. Ampliaron su territorio desde Cataluña a Portugal ayudando a la reconquista contra el Islam y pasaron a poseer propiedades en casi toda Europa hasta Asia menor, aunque principalmente se instalaron en Francia ocupando Renne-le-Chateau y otros lugares privilegiados, prodigando las abadías y los monasterios por cientos, siendo estos, camino hacia Santiago y Jerusalén, donde los peregrinos y cristianos podían viajar con tranquilidad, propiciando los negocios bajo la defensa y protección de dichos Templarios.         
Fuera de estos tipos de vida social no ha existido en la historia nada parecido para el bien vivir de las gentes y su paz espiritual en occidente. Ningún partido político, ideología etc. lo ha conseguido aún como ellos. Nadie ha sabido dar al pueblo el bienestar que proporcionaba la vida conventual, a pesar de los fallos que pudieran tener en sus reglas, pero, sin duda, mucho más perfectas para la convivencia que cualquier ley civil de cualquier época, estado, república o sistema social moderno que prodiga organizaciones democráticas, que luego no lo son tanto.          
-A Siul le gustaba la vida monacal. Le parecía un preámbulo para la búsqueda de la verdad o que la verdad misma estaba en el convento. Esta idea la mantuvo en secreto mucho tiempo, hasta que un día me la contó. De aquella vida espiritual que vivía en la Residencia, me decía, lo mejor era la oración y el silencio, aquello que parecía el contacto directo con Dios. La actividad seglar, las reuniones y “pacomias”, el contacto penoso con la gente eran actitudes hermosas, pero no tanto como la contemplación y la reflexión en la capilla, la meditación sobre pasajes del Evangelio y el estudio teológico.
Pero también es cierto, añadía, que, dado su carácter, aquello le deprimía, le transportaba a una relajación tan profunda y mística que sentía ganas de llorar por el mundo, con tanta fuerza, que temía llegar a la locura.
Siul frecuentaba conventos siempre que podía. Se le pasaba el tiempo en ellos como un suspiro. Lo hacía los fines de semana y se emborrachaba de silencios, cánticos e idealismos metafísicos, de tal forma, que le fortificaban el espíritu para el resto de la semana y para su apostolado entre la gente. (Pues Siul fue un convencido de ésta historia)
Tal vez no fue valiente para haber probado el inicio de una vida contemplativa, pero tal vez hizo bien, pues, posiblemente, hubiera sido un fracaso. La verdad es que nunca se planteó el quedarse. Se sentía bien yendo solo los fines de semana y sin ningún compromiso, porque, en el fondo, la vida terrenal y el contacto con la gente le era necesario, incluso enamorarse y tener novia.
Nunca tuvo una llamada clara donde oyera en el silencio: ¡Quédate!.  Hoy, más consciente, le gustaría poder decir sí., pero no oye la voz especial de la fe, sino la de la realidad terrenal donde vive y donde morirá para quedar allí para siempre, transmutado en materia nueva. Su hogar es su convento. Desde pequeño buscó un hogar. Ahora lo tiene y cree que debe respetarlo y amarlo, aunque no descarta la idea de morir en un convento, por aquello de la fantasía idealista de las cosas, tan necesaria para la mente humana.
Me decía Siul, no hace mucho, que le faltaba llegar a ser él mismo, que vivía sin vivir en él, solo para él, para sus caprichos y su hipocondría, pero que le gustaría rescatar la idea del amor divino y ser transportador de la misma, para irradiarla al mundo. Imitar a  los monjes silenciosos, contemplando y orando. En  un hogar definitivo, unido a una comunidad de creyentes auténticos y sacrificados, donde la unidad fuera el sustento del alma y la razón humana de la vida. El  eslabón, la idea religiosa y, el misterio, Jesús en el huerto orando.
No existen formas de vida como la de los conventos en la vida social y menos en la actual. La sociedad es lo antagónico de lo armonioso, del sacrificio que trasciende la vida y redime a las personas. Solo impera el egoísmo, la individualidad y la economía, de forma tal, que la sociedad actual se está autodestruyendo.
La vida es un derroche de energías que no se enfocan a un bien colectivo. La vida social es un camino pedregoso que va agotando la vida humana sin un sentido claro del futuro. No hay nada más amargo en esta vida que desarrollar tareas y trabajos que no están enfocados al bien común o personal, sino al desarrollo económico y al consumismo. Y lo más amargo es darse cuenta, al cabo de un tiempo, que no hay en esta sociedad, una alternativa de vida esperanzadora, porque la sociedad no la posibilita y, al mirarnos las manos, vemos que cuanto hicimos, fue en vano.
Pero Siul estuvo siempre dominado por el sentimiento de amor y lo convertía todo en poesía.
Esa fue su religión y su dios.  Siempre enfocó su vida desde el prisma de la poética y así conquistó corazones, se dio a conocer a sus amigos, oraba, hablaba y nombraba las cosas con el ansia de crearlas y recrearlas. Su vida fue una pasión intimista, llena de preludios y canciones y llena de pesares y turbulencias. Inquieto siempre, deseaba llegar a las cosas terrenales y a sus simas, partiendo de un idealismo que le desaforaba y le hacia ser rebelde y, al mismo tiempo, tierno y lleno de vitalidad. Necesitaba la meditación y el silencio conventual, pero su nombre y su astrología parecían decirle que él debía de cambiar constantemente. Paradójicamente no creía en el cambio, pero si en la permisividad de conocer y sacarle el zumo a las efímeras cosas, como él decía.
Sus ciclos vitales le hacían cambiar las formas de su vida y de sus conocimientos, aunque nunca cambiaria su esencia de ser. Sus ciclos eran constantes y aproximadamente cada 14 años había tenido una necesidad imperiosa de cambio, tanto de lugar, como de compañía, irremediablemente lo cumplía como un destino infatigable, a pesar de costarle la adaptación y la amoldación a los cambios, pero era tan refulgente en él, que le era imposible renunciar.
Así pasó su vida y así la seguirá viviendo, supongo, hasta que muera o esté incapacitado. Mientras le dure vivo su espíritu y su inquietud, buscará el Convento, el Monacato, junto con el amor y la diversidad de sensaciones en la vida y en el amor, adaptándolo a su concepción de mundo y de vida terrenal.

© Luis Vargas Alejo








domingo, 27 de mayo de 2012

CAMINOS DE LUZ Y SOMBRA

Trato de inventar una emoción,
una fiesta, gozos giratorios,
vacíos ligados a lo magnético
en hileras de palabras
que son mis versos.

Y caigo en el pentagrama
de una música que veo
a través de los ojos, como profundo deseo de ternura,
verdeviento, soledumbre, luz,
paz de una historia
de imágenes rotas
que yo compongo.
© Luis Vargas



          Camino_acrílico de Luis Vargas 70 x 60

SEMBRANDO FLORES


Extendida floresta

que roza el agua,

con placer de color

en tarde de sueños.


© Luis Vargas




Flores_acrílico de Luis Vargas 70 x 60

martes, 1 de mayo de 2012

POEMA CON PINTURA

Se me fueron las noches en vela

y con ellas los años más jóvenes,


me quedé sin cubrir los tejados

y los vientos se llevaron las horas,

fue imposible recoger los testigos

y a medias dejé el porvenir,


contuve la emoción en bisel de piedra

y entre nubes perdí los anhelos,


años viví en un trabajo monótono

cubierto de moho y retamas del frío,


subido al deseo prometí lo diverso

y habité en el karma de la filantropía,

y mi mundo se redujo a vulgar estancia,


quise volar, jugar con los nimbos,

descubrir los colores de las voces agudas,

permutar los espacios andando caminos

y algo, no sé, me cortó las alas,


hoy vivo de emociones secretas, olvidadas

no sé donde, ni cuando, ni en qué lugar,

sé que no cumplí mi destino existencial

y, cuando muera, estaré obligado a volver,

para aprender a  escribir poesía.

Por el camino de invierno borrado de lluvia,

bajo el paraguas de rojo carmín, me voy.


© Luis Vargas 

óleo de Luis Vargas 60 x 50




domingo, 29 de abril de 2012


calle de La Habana_óleo de Luis Vargas 65 x 50


Cualquier calle de la Havana vieja

conserva el ensueño del clásico tiempo que pasa,

paredes sucias, portalones y maderas,

balcones sedientos de flores, autos de los cincuenta,

como reliquias de un modernismo que no agotaron las vanguardias,

 ni los años, ni la luna, ni la lluvia, ni los vientos,

 ni nada pudo con su soledad hermosa y su argumento,

su noche festiva, la alegría del son

con ese sabor romántico y provinciano

que permite pasear en un sueño. 


© Luis Vargas

viernes, 27 de abril de 2012

Río Darro en Granada

Río Darro en Granada_óleo de Luis Vargas 72 x 54

Paseo de los Tristes
Albaicín abajo
aguas con historia
de poetas singulares
hasta unirte con el Genil
desnudo riegas la Alhambra
entre riscos y arreboles:
mira la luna mira
oye que está cantando.

© Luis Vargas


domingo, 22 de enero de 2012

¿A dónde irán?

¿A dónde irán tan deprisa

navegando por agua y sal,

a caballo tres caballeros,

como huyendo de la bruma,

amarilla, verde y grana,

viento de sol, polvo de arena,

alma de libertad ?


© Luis Vargas

martes, 10 de enero de 2012

LA POESÍA CUBANA ACTUAL_Homenaje al poeta José Valle Valdés

La poesía cubana ha perdido –desde hace tiempo, y aún no recupera- su relación con lo universal. Por presiones ajenas a la poesía que han gravitado excesivamente sobre aquella la poética se ha replegado sobre sí misma sin lograr la expresión propia y válida de los últimos de los mayores: Lezama, la Loynaz, Eliseo Diego. Como en los años 20-30 presenta –perdido su brillo propio- una palpable influencia de los poetas españoles y norteamericanos. La huella de los clásicos se ha diluido, al igual que la del realismo socialista de los años 60-70.

Algunos críticos ven la poesía nuestra actual paralizada en dos campos o tendencias (quizás fuera más acertado decir un amplio campo y una cierta tendencia): el corpus-Norma y el corpus-Desvío (W. Dorta). De cualquier manera la tendencia desviacionista, iconoclasta, de ruptura, es aún incipiente y dispersa, aislada en sus escasas cotas conquistadas. Algunos críticos hablan, incluso, de una ruptura radical (Víctor Fowler) que casi nadie aprecia. Unos hablan de post-novísimos y post-coloquialismo (Jorge Luis Arcos), otros de conversacionalismo esencial (Walfrido Dorta), otros de renacimiento épico (Fredo Arias) y hasta de autismo y poesía dispersa (Arturo Arango). Nadie entiende mucho, porque nosotros mismo nos conocemos poco. La particular situación económica y social vivida por la isla en 1990-95 marcó su huella en la poesía, cicatriz que aún perdura: Tengo mi psicatriz y recuerdo a Novás..., escribió Angel Escobar, otro de los blasfematorios poetas cubanos recientes en Cuando salí de La Habana (¡Otra vez el viaje!).

La dificultad en la transportación –es decir, la imposibilidad del viaje más común-, los problemas en la comunicación y difusión cultural, convirtieron la isla en un archipiélago de emplazamientos medievales. La paralización primero, y la fragmentación después del proceso editorial, junto al alto precio de los libros y los reducidos tirajes, han traido como consecuencia el desconocimiento mutuo, la pérdida de visibilidad del conjunto. Poco se sabe en la capital de lo que se hace en provincias y poco llega a aquellas a través de las escasas publicaciones nacionales, controladas además por los ejecutores de la poética oficialmente reconocida. Señalan, discretamente, los estudiosos:

Ya no fue posible para los discursos críticos la fundación de otro movimiento, dada entre otras cosas, la escasez de escrituras que accedieran a un estatuto diferencial.

¿Podemos hablar entonces de la existencia de una nueva poesía cubana cuya presencia es aún inadvertida? ¿Qué habrá en ella, secreto y eterno, que yo no vea, no pueda ver ni hacer ver a los demás, y que la defina con precisión?13

El coloquialismo no ha muerto del todo. Aún, y es de esperar que por cierto tiempo todavía, los nuevos poetas no logren escapar de su lastre totalmente. En definitiva el coloquialismo ha sido y será la tendencia predominante en la poesía cubana de la segunda mitad de la pasada centuria. La poesía nuestra está lastrada por aquinalm de trampas mentales, desde la lamentable caída en el realismo socialista hasta los excesos aquinalmente de una poesía por y para consagrados que se muerden las colas en un interminable círculo de decadente incoherencia. La nueva poesía cubana, al menos en lo que se publica en la isla, es decir, en la poética oficial, no se deja ver. Sólo existe una voz vieja que pretende ser nueva. Son textos bien resueltos, muy bien escritos pero desde una maquinalidad absoluta, aquinalm falta de espíritu, de vuelo, un parnasianismo demodé.

Una maquinalidad absoluta –a decir de Rolando aquina Mejía- que transita desde las canciones de Silvio aquinalm hasta la aquinalme de aquinalmente s teorizantes. La poesía cubana actual está perseguida por sus propios mitos, sus aciertos y desaciertos, su pasado y el entorno socio-político que para ella resulta ineludible. Su ritmo está prefigurado por el amplio campo de los patrones estéticos impuestos por la política cultural, y la tendencia –inhata a la poesía misma- de subvertir dichos patrones.

En su obra, que nunca quiso llamar antología, pero que lo es, La poesía cubana en 1936, Juan Ramón aquina escribió:

Cuando el mar de una isla no es sólo mar para ir a otra parte, sino para que lo pasee y lo goce, mirando hacia adentro, el cargado de conciencia universal tanto como el satisfecho inconsciente, esa isla será alta y aquinalme poética, no ya para los de fuera sino, sobre todo, para los de dentro. Hay que ir al centro siempre, no ponerse en la orilla a aullar a otra vida mejor o peor de nuestro mismo mundo, peoría o mejoría que puede ser la muerte.

Este complejo panorama deberíamos apreciarlo quizás desde la perspectiva del viaje: viajar al centro de los emplazamientos medievales para intentar entrever lo oculto, lo disperso, lo aún en ciernes: viajar por el incierto terreno de las maquinalmente encontradas, las profecías, casi de las premoniciones, a partir de textos aislados, de voces poco conocidas, de inadvertidas piedras que jalonan el trillado camino que recorremos a diario por inercia, por el que viajamos a veces sin ver, maquinalmente, unas veces mar afuera, otras hacia el centro de la poesía.

© Raúl Tápanes López


Yo muestro aquí una pequeña antología de uno de los poetas actuales cubanos, residente en La Habana y que, para mi, merece un respeto grande, por su grandeza de espíritu y de letras. unas veces mar afuera, otras mar adentro, pero poesía acertada y bien escrita: No hay nada más que decir. Léanlo ustedes.



Presentado por : Luis Vargas Alejo



PROMONTORIO CUBANO

CATORCE POEMAS DE CRÍTICA Y DENUNCIA SOCIAL

Y UNA ODA A LOS HERMANOS SAIZ


1

La palabra se detiene


La palabra se empantana

sobre aspavientos estrépitos:



Aquel impávido relente

de aprensión,

que no suspira resguardo.

2

Subsistencia


Íntimos aerolitos donde la memoria

petrifica la razón de tanto beber.

Los aerolitos, ahora detenidos,

se hacen huellas indelebles

que apaciguan los llamados imposibles

de tanta juventud retenida

por la alquimia de los años.



Percibo ambiciones que yacen

entre raídas porfías

y estrenadas obsesiones

de hidras homéricas

que se suceden en mí.



Pervivir es adopción de la norma;

cuando imagino a los adeptos

refugiándose en júbilos

inversos a sus rufianes fines.

3

Prosaica similitud



Extraía las miserias de sus bolsillos

-burlándose de su pobreza.



Avaro guardaba su dinero

feliz de contar las sumas,

de guardarse para sí

el crecimiento; enfermizo

de posesiones materiales.



El velorio es de unas flores por corona

y parcas palabras contra el mundo

y la obligación de la muerte.

El entierro -verdaderamente pobre- se apura;

porque la vida a la pobreza impone.



Grande el fingimiento y la ostentación.

Las coronas casi impiden

el féretro que engalanan

y hay abundancia y apariencias

y un cuido, que se manifiesta en todo.



En esos discernimientos vagos

que no dicen

al reojo en los relojes

que no avanzan

y los pensamientos mundanos

del estómago

al ocio y los disfrutes.



Al tiempo…

asombra la similitud prosaica:

que no difiere.

4

Se hacen el ave


En el lugar donde se rompen los encantos

se posa sobre los perdidos desafíos.

Aleteando las causas desabridas,

de por nada hacerse los intentos,

en los desempeños pobres

que no les permiten reír la suerte

ganar un reto...un espacio

a razones discutido.

Incapaces de vivir;

recogidos en susurros

al cuido de sus pequeñas almas.

De las que se hacen el ave

y la esperanza de elevarse;

sin luchar las cuestas.



Por sus dioses

piensan gratis ganar las cimas…

y ante la muerte, bostezan.

5

Me arriesgo a testificar



A esa mujer, cuando ha llegado

le ha tocado, sin agotamientos.

No ha sufrido la agonía

de una parada de ómnibus…



Enfermó en los períodos

de la escuela al campo.

Obtuvo beca en Bruselas.

Su misión fue en Curazao.

Casada con un empresario,

se ha radicado en Madrid

-viene todos los inviernos

y se hospeda en el Cohíba.



No aseguro sea feliz;

pero muy bien se conserva

y de las desgracias no sabe.

Me arriesgo a decirlo:

¡Guapo lo testifico!

6

Degenerado embaucador


Echo de ver por tu mote

tu patronímico saturado,

el burgués que te acomodas

a ideologías recurrentes

atizado por el ropero de la época

que viste, humaniza, la mar de ángulos

para adorar a un Creador

-el hálito de la consumación

en la amenaza oportuna.



Conozco de las faldas

que despegan fábulas, caídas, adhesiones…

se lucran cama de ostentación

en tu mansión ilícita,

donde la opulencia se faculta

de la eufonía procuradora

que atrae mujeres

de aspiraciones impúdicas e inaccesibles.

Gozo que haces público,

procurando los atisbos seculares

que congregas

para trovar en murmullos.



Domino la algarada del prorrateo

de prebendas coaguladas

en la perforación de santuarios principios,

cuando de tu sonrisa

algún preámbulo te inventas

para dulzurar

el aplastamiento moral que disfrutas,

a la inocencia adolescente que sacrificas.



Sé, cuando elevas por los vientos,

la afeminada voz

simulando la emanación del afecto

para amar en Cristo

(prodigio envilecido en tus abusiones),

una ciénaga

de inconmensurables gamberradas

te afanas para tu Edén.

Mixto, simulador fehaciente

ante el provecho sagrario;

cargando tu enorme culo,

hacienda de esta tierra,

que ha de impedirte

la ascensión al cielo…



En divina o terrenal justicia:

dígome, en mis dudas.


7

Se descuelga del mundo


Descompuso la mirada

y fue fiera acaecida

al adivinar la mano que le secó la mente

a la inundación de tanto rojo para sí

en el perenne hijo muerto

que le gravita sobre los somníferos

inservibles al desvelo que no lucha.



Las ventanas no les sirven

a la vista que no se arriesga

en el impedimento de las figuras

por la discapacidad de sus sentidos

dolorosamente ahuecados a la identidad

en que sufre castrados pedimentos

de la sociedad que no le consuela.



Escupe al odio del militar uniforme

y se descuelga del mundo

sin dolor ni saber.


8

Sueña



Interpreta

que se corroe la época

en pasajes sin relaciones

con litúrgicos destierros

desamparos y sombras

en la inclemencia atroz

del desatino.



Idealiza

consensos que hagan la luz

panes sobre las mesas

peces buscando anzuelos

soldados aburridos

(que sirven a protocolos

en vivo folklor urbano…



Sueña.


9

Che


Vino con el rifle de amor

por cariño a la vida

y despego de lo impúdico.



Llegó con lo tremendo -con lo nuevo-

y vivió en lo abierto - en lo fértil.


Se marchó

de la mano de una estrella

y en rayos sembró su virtud.

10

Al guerrillero desconocido



No sé cuál tu nombre

ni tu nacionalidad

No te pienso legendario.

Te siento cerca, muy cerca, tanto…

que creo apretar tu mano, con mi mano terca.



Aunque no pueda verte -y por ser héroe

quizás mañana, mártir seas -

te sentiré siempre en la voces que se crecen

junto a la luz que deslumbra.



Me regocijo en tus triunfos

me apeno en tus descalabros.

Te exhorto a avanzar:

y a ti mis pensamientos junto.

11

Trabajadores del porvenir


Loa al espíritu de sacrificio

canción a la independencia

a la existencia de los valerosos



Sendas de sabiduría

que apuntan el transitar de la entrega

a la dignidad

en el transcurso enorme de la voz

con el buril de los pulgares

relieve a la figura de los pueblos

con el matiz de estirpe

ase su manifiesto en granito

al camino libertario

y el transpirando de humores

por la conciencia asistente

los trabajadores del porvenir

los que establecerán el triunfo

dignidad floreciente

contra la lúgubre tinieblas

del presente.


12

Tenga cuidado


Vea las luces sin detenerse curioso

y siga sin desviarse del camino

-mejor sería que ni mirase-

Nada imagine y por nada comente

Usted está en un país democrático

-certificado por la OEA

y los exigentes jueces estadounidenses



Tenga mucho cuidado lo pueden hacer comunista

por la palabra derechos o ficharlo de terrorista

-que está mucho más de moda-

No haga público su dominio de las leyes

no se pierda en cavilaciones

no se entretenga en discrepancias

ni discusiones intelectuales

y jamás visite los bares obreros.



Siempre que pueda haga gala de su buen inglés

y presuma de sus finos gustos desarrollados

Tenga por divisa vivir y dejar vivir

-aunque sepa que está viviendo y dejando morir-

Consuélese pensando que no es su culpa

usted es un buen ciudadano

como buen cristiano da limosnas

paga impuestos y abona a colectas

para los pobres…



Y si enfermara de conciencia…recurra

a los buenos somníferos y ansiolíticos

Recuerde que está en un país demócrata

donde fármacos para adormecer no pueden faltar

Así como sicólogos diplomados en Harvard

que hacen a su miedo su dinero


13

¿Nos tendrán por locos?


…Burgueses convocando a pobres;

para que más lo sean.

Mientras el imperio

nos solicita saltos mortales

sobre la cuerda floja de la miseria.



Corruptos que se esfuerzan por salvarnos

de la importada corrupción…

por doquier nos convocan, nos califican

nos amenazan, nos señalan.



Para que el señor de la guerra no se enfade

y nos envíe sus unipolares órdenes:

hay quien se da a estudiar inglés

y se disuelve en lisonjas

entre banales discursos

-alabanzas de sustos y miedos.



Otros levantan sus voces y replican verdades

y tras las palabras

el pecho, las razones…

los varoniles derechos!

14

Al Medio Oriente


Si el petróleo les salvó

de miserias materiales,

por la bendición de Alá;

a la misericordia solícita

de convocados profetas:

gracia, de sus pueblos

andantes a la geografía.

Les urgen nuevas convocaciones

que al bien les una,

perdonarse de infelices heridas sectarias

y mover a beneficio sus arenas,

en la fe, que les regrese a la vía divina:

que a su medio, les fije su oriente

-sangre aparte.

15

A los hermanos Saíz


Si me detengo, escucho sus inconformidades

veo las calladas risas, a medio hacer.

Pícaros al requiebro por las hembras.

Sinceros al querer decir la vida

y cerrar los puños descreídos de la fatalidad

-apurándose la gloria.



Al deseo puedo regresarles

e imaginar sus gozos

las travesuras

la alegría con que ofrecerían sus pechos.

Lo que no logro es envejecerles:

siempre lozanos contra el cielo,

jóvenes

a todas las calamidades y ganados juicios.

En ese, perenne, hacer de los mártires

en los días que nos traen el conforte

y ante el cansancio y los desatinos

nos animan el paso.



Cuántas novias se perdieron sus versos…



Si les pienso, me llegan audaces

dispuestos para cualquier ayuda

sin llorar de sus muertes.

Risueños del chocar estrepitoso

de sus huesos. Celosos de la vanguardia.

Prestos a la dicha.

Mojados de estrellas…

¡Guapos!



( Los hermanos Saíz, fueron dos estudiantes de bachillerato, adolescentes, torturados y asesinados por los esbirros de Batista. Ambos eran poetas y, a pesar de sus cortas edades, militaban en el Movimiento 26 de Julio. La juventud les hacía, imprudentemente, temerarios. Fueron, verdaderamente, valientes. Un viejo Capitán, amigo mío, fue compañero y amigo de ellos, me cuenta cada cosa!La asociación de los jóvenes escritores y artistas de Cuba, lleva el nombre de Asociación Hermanos Saíz -la madre aún vive)



José Valle Valdés (Pichy)

sábado, 7 de enero de 2012

LA DE TROYA

He encontrado


debajo de las aguas del mar Tirreno,

un sueño de Ulises

colgado de un monumento megalítico,

pendiendo de una Odisea

desde el Mare Nostrum al Mar Egeo,

en un periplo de falso amor

interminable.



Peloponeso arriba y abajo,

navegué junto a los cánticos

de las náyades,

aquellas que guían el camino

de una entelequia,

que los políticos prometen,

como un regreso a la olvidada Itaca

tras la guerra de Troya,

parecido a la música

de aquellas sirenas.



Soy tonto de capirote –que decía Neruda-

por creerme las leyendas.


© Luis Vargas